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martes, 22 de diciembre de 2009

Carlos Alberto Montaner: El Socialismo mata.

Tomado de noticierodigital.com

Diciembre 22, 2009

ND.- Carlos Alberto Montaner, periodista cubano, escribe este artículo que hace referencia al costo en vidas que ha significado la implantación del socialismo en la sociedad India. “Entre 1947 y 1981 se ensayó la fórmula de la economía estatizada … el resultado fue un crecimiento anual promedio de 3,5 que, cuando se descontaba el aumento de la población, quedaba reducido al 1,49″.

A continuación el artículo completo del pertiodista Montaner:

Swaminathan Aiyar es un notable economista hindú que ha sacado una cuenta muy incómoda. Se le ocurrió medir el enorme precio que pagó la población de la India por no haber hecho antes la reforma económica que hoy mantiene en su país un ritmo de crecimiento que excede el 7% anual, reduce vertiginosamente el porcentaje de pobres y mejora sustancialmente la calidad de vida de los más necesitados. Los números son impresionantes: no haber hecho la reforma con antelación provocó la muerte de 14,5 millones de niños, mantuvo a 261 millones en el analfabetismo y a otros 109 por debajo de los límites de la pobreza. El estudio lo acaba de publicar el Cato Institute de Washington y se titula “El socialismo mata”.

Los latinoamericanos deberían aprender de esta experiencia. No hacerlo, además de un crimen, es una estupidez casi perfecta. El ejemplo es muy claro: en la India ha habido dos grandes modelos de desarrollo. Entre 1947 y 1981 se ensayó la fórmula de la economía estatizada, dirigida por una enorme burocracia gubernamental, intensamente proteccionista, hostil a la empresa privada y a las inversiones extranjeras, convencida de las ventajas del desarrollo hacia dentro. El resultado de esa etapa socialista fue un crecimiento anual promedio de 3,5 que, cuando se descontaba el aumento de la población, quedaba reducido al 1,49.

Mientras los hindúes seguían esa senda socialista, tan parecida a los ensayos latinoamericanos, desde el peronismo hasta el chavismo, otros pueblos asiáticos -primero Taiwan, Corea del Sur, Hong-Kong, Singapur, luego Tailandia, Malasia e Indonesia- tomaron el camino contrario: abrieron sus economías, alejaron al gobierno del aparato productivo y fomentaron la iniciativa privada. En otras palabras, liberalizaron decididamente sus economías. Al cabo de apenas una generación, los resultados que exhibían eran pasmosos: disminución drástica de la miseria y la ignorancia, mejora en todos los índices de desarrollo humano y surgimiento de unos robustos sectores sociales medios.

Presionados por esa inocultable realidad, los hindúes hicieron su reforma y abandonaron las fallidas supersticiones del socialismo, primero tibiamente, y luego con mayor ímpetu comenzada la década de 1990, hasta llegar a convertirse hoy en un actor de primer rango internacional que compite en precio y calidad con la China, a la que comienza a disputarle la condición de gran fábrica del mundo (No olvido la sorpresa de unos amigos que necesitaban contratar un servicio de ventas telefónicas en América Latina y acabaron pactando con la sucursal de una compañía hindú radicada en Cochabamba, Bolivia).

Es importante que los economistas latinoamericanos saquen la cuenta de cuánto nos cuestan los experimentos socialistas en sangre, sudor y lágrimas. Cuánto han pagado y pagan los argentinos por los tercos experimentos del peronismo. Cuál fue la inmensa factura pagada por la sociedad peruana durante la locura de Velasco Alvarado, la nicaragüense con el sandinismo o Cuba con su medio siglo de estalinismo.

La medición podía hacerse a partir de la experiencia chilena: ¿qué hubiera pasado en toda América Latina si los pueblos de nuestra cultura hubieran hecho una reforma económica como la llevada a cabo por los chilenos, iniciada durante la dictadura de Pinochet, pero sabiamente mantenida por los gobiernos de la democracia?

En 1959, por ejemplo, Cuba tenía un tercio más de ingreso per cápita que Chile y más o menos la misma población. Hoy Chile triplica el ingreso de los cubanos, su población es un treinta por ciento mayor, y el país sudamericano se ha convertido en la secreta meta y destino de miles de cubanos que han conseguido instalarse allí, incluidos unos cuantos hijos de la clase dirigente convencidos de que el barco de los hermanos Castro se va a pique a corto o medio plazo.

¿Somos capaces los latinoamericanos de aprender en cabeza ajena? Con algunas dificultades, parece que sí. Perú, por ejemplo, es hoy el país que más crece en el continente, y eso se debe a que, de manera creciente, los últimos tres gobiernos peruanos han tenido el sentido común de inspirarse en el vecino Chile y abandonar paulatinamente las viejas prácticas del socialismo estatista. Eso significa menos pobreza y mejores estándares de vida para la inmensa mayoría de la sociedad.

Sin embargo, lamentablemente, la racionalidad sigue siendo un bien escaso en nuestro mundo. Mientras los peruanos, como los chilenos, se mueven en la dirección que dicta la experiencia, Hugo Chávez y sus cómplices del socialismo del siglo XXI reinciden en el disparate. Insisten en hacerles daño a sus conciudadanos, convencidos de que los guían en la dirección de la gloria. No se han enterado de que el socialismo mata.

2 comentarios:

  1. Que articulo tan bueno.
    Mi pana, mi convencimiento sobre los beneficios del libre mercado es tal, que ya mas nunca me contradije, mas nunca critiqué comerciantes supuestamente "especuladores", ni empresas o trabajos que "explotan" a los trabajadores.
    No cuadra. ESPECULACION ?? ... simple falta de mayor competencia, poco estímulo a nuevas industrias, falta de organización y boicot de los consumidores. EXPLOTACION ?? las misma causas anteriores, a parte de nuestra poca eficiencia, pobre productividad y facilismo. Males de ser o haber sido un país saudita.
    En fin, para mi El capitalismo no es salvaje. No es pernicioso, no es excluyente, ni ninguno de esos clichés con los que se refieren a él los socialistas, chavistas, izquierdistas y otros confundidos.

    "Repartir" igualitariamente una riqueza que no estamos produciendo con trabajo, es inviable e insincero. Hacer crecer el Estado como un monstruo burocrático de gigantezca corrupcion e ineficiencia no puede llevar a nada bueno. "Regalar" las cosas a la gente sin que nadie tenga que ganarse nada ni esforzarse por obtenerlas, lo que hace es fomentar el parasitismo, la vagancia, la sinverguenzura, la dependencia.

    Que vaina, que tengamos que tocar fondo y arruinarnos como nación para entender esas cosas !!

    leocaiman

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  2. Así es pana, el capitalismo por definición cree en la capacidad de la gente y deja al gobierno una participación como regulador, no más.

    Permite a las personas desarrollarse y eventualmente premia a las más capaces, ¿No es eso lo más justo, que el que más estudie, el más hábil para los negocios, el que más trabaje, el que tenga mejores ideas tenga más? No el más vivo que se aprovecha de las distorsiones que se producen en un mercado regulado, o el más ladrón que se mete a político porque sabe que es la forma más rápida de alcanzar riqueza y poder a costa de volver más pobre, muchas veces a conciencia, a su pueblo.

    Un modelo que no premia el esfuerzo, como el socialista, consigue eso, que la gente brillante se termine yendo a sitios en donde tienen más oportunidades y los ladrones gobiernen.

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